Revolver entre la basura

Vivimos tiempos difíciles y nos estamos acostumbrando a observar la desgracia humana desde el asiento de la comodidad y la complacencia personal. Este es el peligro al que nos enfrentamos en la actualidad y que nos debe poner un espejo delante para que juzguemos desde nuestro punto de vista que es lo verdaderamente importante. ¿Cómo podemos sentirnos bien con nosotros mismos cuando observamos personas sufriendo cerca de nosotros?.
Este post viene motivado por un hecho que me ha acontecido hace poco y que no dejo de dar vueltas. Por motivos personales estoy viviendo temporalmente en un barrio de Madrid de los de más tradición y solera en la historia de la ciudad. Conviven en el barrio personas que llevan viviendo en el durante toda su vida por varias generaciones y también inmigrantes de todo tipo que han venido a España para “buscarse la vida”. Cerca de mi casa hay unos contenedores para tirar la basura y el otro día me disponía a depositar la mía cuando al acercarme observe que una persona, cuya vestimenta era normal,  que tenía un carro de la compra al lado, y que por sus características físicas no parecía inmigrante, revolvía entre las bolsas de basura, abriéndolas para ver su contenido y poder escoger lo que consideraba conveniente para su uso. No es la primera vez que he visto esta escena, en varias ciudades españolas y no solo en Madrid, pero al verla tan de cerca se me hizo un nudo en mi estómago y la imagen me invito a reflexionar. ¿Cómo es posible que otras personas puedan considerar que lo que tiramos a la basura pueda servirles a ellos?. ¿Tan grande es su necesidad que se ven abocados a eso?.
Desde hace un tiempo venimos observando como la desgracia y la miseria se ceba en algunas partes del mundo, como el Cuerno de África. Suelo observar cual es la reacción de la gente cuando mira las imágenes de dicha miseria, y la mayoría les cuesta mantener la mirada sobre la televisión o las fotos que ven. Ese giro de cabeza suele también ser habitual cuando observamos a personas revolviendo entre la basura, con la esperanza de encontrar algo de utilidad para poder salir adelante, ya que no creo que lo hagan como hobby. Es ahí cuando debemos darnos cuenta que las personas que están pasándolo mal también están cerca de nosotros. Es nuestro deber moral y humano  poder ayudar a las personas necesitadas y es por ello que apartar la mirada no es la solución
Por motivos profesionales escucho a muchas personas quejarse de su situación personal y / o profesional. Algunos de ellos se encuentran sin trabajo y lo llevan como mejor pueden gracias a la prestación por desempleo o a la ayuda de amigos y familiares. Otros están trabajando pero su situación es delicada debido a la presión que tienen en su trabajo y la que ejerce su responsable directo o las directrices de la empresa. Todos ellos vienen a contarme como se sienten para ver si puedo ayudarles, cosa que suelo hacer siempre que puedo. Pero la mayoría de estas personas tienen unas circunstancias que no son críticas y pueden comer, vestirse y vivir bajo techo con mayor o menor holgura, teniendo cubiertas las necesidades Fisiológicas que,  según la Pirámide de Maslow, son las necesarias para vivir y poder pensar en la siguiente etapa de Seguridad. Es decir no podemos sentirnos seguros, según Maslow, si no tenemos cubiertas nuestras necesidades mínimas.
Me viene a la memoria la frase que dice “Me quejaba de mis zapatos hasta que vi a alguien que iba descalzo”. Pues este espíritu es el que me gustaría compartir con todo aquel que lo está pasando mal por su circunstancia personal o profesional. Le pido que observe a su alrededor y podrá ver en detalle como hay gente que realmente está sufriendo en situaciones críticas, y las consecuencias son en muchas ocasiones dramáticas.
En estos momentos tan difíciles establecer prioridades es complicado, pero estoy convencido de que no es una época donde triunfen las individualidades, sino al contrario, debemos estar más unidos que nunca y apoyar a aquellos que más lo necesiten. Además es necesario ayudarnos los unos a los otros y establecer una “cadena de favores” que nos permita afrontar con mayor esperanza el futuro. Esa vocación de dar debe empezar por cada uno de nosotros, no teniendo que ser únicamente los bienes materiales o económicos los que debemos ofrecer a los demás, sino que además pueden ser nuestros “dones” como pueden ser el apoyo a las personas, el poder ponerle en contacto con alguien, el poder ayudarle en su formación para poder evolucionar. Debemos ofrecernos nosotros mismos ya que estoy seguro que si vamos compartiendo nuestros conocimientos y experiencias muchas personas se verán favorecidas. No se trata de ofrecer limosna, sino de entregarse en la lucha con las personas que tenemos al lado ofreciendo lo mejor que tenemos: Nosotros mismos.

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